
Observo con disimulo a las parejas que abrazadas lloran y se besan como cerrando así una etapa gris. Escucho a las madres que hablan a sus hijos semidormidos, tapados hasta los ojos, en sus carritos indestructibles.
Paseo con rapidez y al margen de la circulación humana, que disfrutan de las aceras como si de pistas de patinaje se tratara. Grabo en la memoria notas de los carteles de los muros, de post it pegados en el suelo, palabras ralladas en un banco de madera húmeda o metal.
Y abrazo los mensajes que vuelan alrededor, me siento en un círculo de comunicación continuada mientras yo sólo camino, con las manos en los bolsillos y el abrigo abrochado hasta la nariz.