jueves, 21 de febrero de 2013

Planes Vintage

Se ha puesto de moda la moda vintage, antigua, atrasada, a veces hortera hasta más no poder. Y volvemos a hacer magdalenas, pero ahora se llaman muffins, nos pintamos las uñas de un rosa pálido y rancio que ahora es monísimo y cuqui, y nos compramos casetes y vinilos a precios desorbitados, cuando en casa de nuestros padres están cogiendo polvo desde que éramos pequeños.

Pero hay algo de atractivo en esta nueva moda y a todos nos gusta colocar la boca como si fuéramos franceses y saborear la palabra "vintage", mientras recopilamos abrigos antiguos, botines desgastados y nos dejamos el pelo largo para poderlo ver mejor a través de nuestras enormes gafas. "Es una moda con personalidad" dicen muchos, bueno, no entraré en debate. 

La cosa es que enredados en todo este mundo de moda retro, vendage o clásica también hay elementos que se tornan así en nuestras cabezas, ya que todo está como dentro de un torbellino antiguo. Las modas vuelven, y aunque ahora nos quedemos con lo mejor de nuestro presente tecnológico, nos gusta rememorar viejos planes y actividades. 

Detrás de mi casa han abierto un videoclub. Es un videoclub feo, demasiado recargado de colores, y un poco disperso en su tarea: igual te alquilan una película que te venden una camiseta culé. Pero viene a la cabeza el recuerdo romántico de bajar un día de lluvia, alquilar una peli y verla en casa de forma legal. La legalidad en este campo es algo que me hace sentir entre pardilla y derrochona, pero todo sea por estar a la moda. Es curioso que entrar en un videoclub ahora me parezca que es unirme un poco más a la última tendencia. Todo es disperso y extraño y no sabría muy bien cómo defenderlo así que no le daré muchas más vueltas.

He alquilado la película de Blancanieves, para ver esta noche y en el momento en que iba a pagarle al dueño casi que me ha parecido extraño no pagarle en pesetas. Me pregunto por qué no volveremos a la antigua moneda, si los gobiernos quisieran estar a la última no lo dudarían ni un segundo. No imagino nada más vintage que volver a contar en duros. 

martes, 12 de febrero de 2013

Me gustaría vestirme con esa bata de seda que imagino en mi mente, nada más bajo ella. Luego contar de tres a cero, muy despacito, regalaría al aire un suspiro cortado después. Y luego me movería por la habitación sin miedo, con los ojos abiertos para luego cerrarlos, sintiéndome ágil, viva, distante, independiente, valiente, atractiva.

Todo lo que quedaría fuera de la habitación no serían más que sinsentidos olvidados, sin importancia. Lo único importante sería la magia, el espíritu, ese aire de poder y silencio que flotaría en la atmósfera acariciada a través de los brazos. Los brazos que girarían en círculos imperfectos. Imperfectos como la naturaleza, como aquello que sale de tus manos y tu mente. 

La lengua danzaría con el movimiento corporal, y se sentiría también avivada, sensible al tacto con el polvo frío y cristalino al entreabrir los labios. Los órganos más sexuales despertarían en ese momento de auto-descubrimiento y esperarían ansiosos descubrir algo más, algo aun desconocido.

Y desde el suelo hasta el techo subiría un remolino alimentado por el movimiento, la imaginación, la seda ligera, la saliva que circularía por mi boca, las ondas del pelo en una danza inmortal, el sexo despierto. Un remolino incesante de vida y energía, infinito, imperfecto, inquieto. 

Luz y aire. Eso sería.