miércoles, 6 de octubre de 2010

Retales


Ella tenía las uñas pintadas de azul y pidió un café con leche, mientras elevaba las piernas para dejarlas descansar sobre un chico joven, sentado a escasos centímetros.

Su acento hacía muy evidente que su país de procedencia andaba un tanto lejos. Y envolvía cada palabra, enfatizada por un matiz sensual, acompañado de gestos suaves y ligeramente descarados.

Me volví para observarla un poco mejor, tratando de ocultarme tras el periódico. El nuevo vistazo me regaló algunos detalles que afianzaban su personalidad y por alguna extraña razón se me antojó una situación divertida.

Él tenía un jersey demasiado arreglado para su edad, y su oreja estaba perforada por una barra de hierro que atravesaba el cartílago sin piedad. Ella, llevaba un pañuelo pequeño en su cuello, anudado a un lado, que le daba un toque alternativo o francés, según se mirara.

En la mesa había algún que otro café, apurado hasta el límite, sino fuera por la taza y por el color de la espuma de los laterales no sabría qué habían bebido allí. También había algunos periódicos finos, abiertos por la sección de inmobiliarias. Buscaban piso.

Llegaron los cafés y ella no hizo ningún amago por levantarse. Él le acercó la taza y agradeció a la camarera con un movimiento de cabeza. Ella removía las hojas de uno de los periódicos con un gesto caprichoso y chapurreó algunas palabras en español que no conseguí descifrar. Luego removió sus piernas sobre las de él y le confesó algo articulando sus labios. Una sonrisa apareció en su rostro.

Y la escena me pareció tierna, aunque no supiera muy bien qué se estaba cociendo allí. Ella me parecía el personaje de alguna de esas novelas que leía durante la adolescencia. Y él se me antojaba tímido y profundamente enamorado, de quien podría ser su primera chica. "Qué aventura", pensé mientras apuraba la infusión, "venir a un país distinto cuando aun crees en el amor verdadero".

Y me levanté con tranquilidad, al margen de aquella escena literaria que se estaba produciendo paralela el resto del mundo. Y dediqué una sonrisa antes de volver a mirar el color de sus uñas. Antes de lanzarme de nuevo al vacío de la existencia, a la rutina y a la mañana.