martes, 24 de enero de 2012

Cosas cotidianas...


Ella olía a productos de limpieza y a champú. Se movía con garbo sobre las escaleras recién fregadas, y yo siempre tuve miedo de que sufriera un resbalón imprevisto. Me llamaba por mi nombre y se detenía cuando yo pasaba, para comentarme anécdotas de su vida, bajo esa mirada azul, cansada. 


Terminé acostumbrándome a su acento y a sus palabras graciosamente transformadas. Al final de cada frase simulaba una sonrisa, como queriendo quitar siempre dramatismo a los acontecimientos que la rodeaban. 

Cuando yo me marchaba, oía tras de mí el sonido de la fregona, escurrida en el cubo, como una catarata que durara dos segundos. 

Nos dejaba el felpudo recogido, siempre al lado derecho, así que notábamos que había estado, aunque llegáramos cuando ya se había marchado.

Y me sentía respaldada por aquella mujer, con sus gestos de madre luchadora y sus manos fuertes y estropeadas.

Cogemos cariño a las personas buenas, porque se aprecia su bondad a metros de distancia,y su deseo de expresar, de querer, de confiar. Luego están los cambios de la vida... y te preguntas si será la última vez, y todo se vuelve más intenso e importante. Como si la fugacidad cargase de valor lo meramente cotidiano.

1 comentario:

Unknown dijo...

Si es que como eres así de linda, y hablas con todo el mundo, solo te pueden pasar cosas bonitas.

Tq.