He estado en el subsuelo entre libélulas embarradas, en la última nube perdida en el horizonte, bajo la losa suelta del trastero, en el nudo trenzado de la duda y el consuelo.
He paseado por los límites del insomnio, vagabundeado por las calles de Madrid. Peleé con la intriga y se marchó, dejando paso a una realidad pesada y sombría.
Callejeé hasta perderme, salí de laberintos sin podar, con ramas esparcidas por el suelo. Luego apareció alguien, que creí no conocer, se dispersaba por el espacio sin luz y me dirigía palabras sueltas. Sentí miedo, pero terminé descubriéndote a tí, oculto tras mi pánico y mi desazón. Volví de tu mano a un lugar que reconocía, y con los ojos doloridos por la incomodidad de la luz repentina me adapté a la frase de un dibujo en una pared.
Había llegado el momento de volver, así que lo hice sin mirar atrás.
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