jueves, 13 de agosto de 2009

Agua sobre mojado..


Llueve. Y la lluvia siempre arrastra a mi mente esa frase popular siempre acompañada de un sabor agridulce "llueve sobre mojado" y no sé si aplicarla a mi situación actual o dejarlo pasar, como dejo pasar tantas veces las ganas de escribir. El punto muerto del que os hablé se ha esfumado de momento. De hecho creo que la vida me tambalea con un poquito más de nerviosismo esperando alguna posible respuesta de mi cerebro que creía dormido. No sé si es la vida la que se entretiene en tambalearme, o más bien es el tiempo, que últimamente se desliza bajo mis pies como si fuese una carretera que sirve de alfombra a un coche que circula a doscientos por hora.


Voy a apartar las típicas frases de este espacio en blanco. Voy a apartar lo que solemos decir mientras preparamos un viaje, o cualquier otra cosa. Y me voy a mantener al margen de esa necesidad que sufrimos los humanos por enumerar la lista de cosas que nos quedan por hacer o las que llevamos hechas. Sencillamente voy a decir que me quedan muy pocos días en tierras españolas, y que a pesar de que el tiempo se empeña en situarse entre mi último viaje y yo, hoy me he acordado de él, de lugares y palabras, de olores y sobretodo de aquello que creaba mi mente alrededor de la historia no existente.


La lluvia a veces se nos torna traicionera. Y es muy curioso, que algo beneficioso para nuestra tierra y para nuestra salud nos empañe la mente de recuerdos pasados, de momentos que erróneamente creemos mejores que los presentes, y nos sumerja en el letargo dichoso que sufrimos cualquier día de resaca.

Aparto el móvil de la vista, me alejo de aparatos electrónicos que no hacen más que encenderse y apagarse, y me dejo llevar por la lana, como en esos largos inviernos en que me introduzco en la aventura de crear una colcha nueva. También me tengo que despedir de mis lanas y mis agujas, de ese rincón de mi cuarto en el que he acumulado una infinidad de ovillos. Me despido de la cocina, de mi cocina. Me dejo arrastrar por el placer que me produce encender varios fogones, marear varias cosas a la vez, oír ese crujir de la cebolla mientras se fríe en un aceite que gorgotea, como agua virgen en una fuente.


Día de comidas, de películas medievales que permanecían apartadas, esperando ser vistas con los primeros fríos. Día de recuerdos que nos demuestran que cada día somos más fuertes. Días de añoranza de un abrazo, ajeno a relaciones familiares, ajeno a comentarios y a palabras que traten de explicar unos actos impulsivos. Día de pensar en todo y en nada a la vez.


La lluvia me mece en un mojado 13 de agosto, y fuera de supersticiones, me acojo a este día como una planta que vuelve a nacer gracias a las gotas caídas. Como los niños que han salido a mi calle, sonriendo bajo la llovizna. Alegres de estar vivos.

1 comentario:

Abigail LT dijo...

Mary este texto me ha dejado sin palabras, me ha encantado! es agridulce, miles de experiencias nuevas te esperan, deja que la lluvía fluya sobre ti y te inspire de esa forma tan especial.

Te quiero dulce amiga, te quiero siempre Lao.

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Tu NiñaMariposa.