Como el de leer, el de no pensar en nada, el de cerrar los ojos y sentir sólo con los dedos.
Placeres como el de cervecear sin emborracharse, el olor a pizza recién hecha, un albariño detenido en la boca impaciente por ser tragado. Unas cosquillas en la espalda antes de dormir o el sol que da en la cara cuando sales a la terraza.
El silencio en un tejado. El soplo de aire frío al salir del portal, la luz que se apaga en la mesita de noche.
Y me abandono al pensamiento de hacer-lo-que-me-dé-la-gana una vez más... aunque luego nunca pueda, aunque luego los placeres sean como para el resto de la sociedad, gotitas inesperadas en una tarde de primavera.