martes, 31 de agosto de 2010

Rutinas bajo la piel


Aparece por cualquier parte de nuestros días. Sirven incluso como filtro de la luz que entra por la ventana al amanecer. A pesar de que luchemos contra ella, es una superviviente heroica, que se aferra con la manos frías a los muebles que decoran desde hace muchos años nuestra habitación.

La rutina aparece en cualquier parte de nuestras vacaciones, de nuestro estrés descomunal, entre el posavasos de agua y la cerveza fría que tomamos con los amigos. A veces, incluso, se cuela entre las célula muertas de nuestra piel y se incorpora en un conjunto de órganos, sangre y energía. Vive dentro de nosotros mismos, de nuestros propósitos para huirla o encontrarla en nuestro subconsciente más recóndito.

Vive entre nuestras sábanas, cuando entre éstas hay soledad, o cuando alguien que nos acompaña lleva tiempo buceando entre ellas.

No la repudio, no la encarcelo, porque más vale que vuele libre. Simplemente, se ha instalado entre los libros, en el teclado, dentro de la bombilla que ofrece luz sin parpadear, entre las hojas de mis macetas, dentro de los vasos sanguíneos silenciosos y ligeros. Ahí está, cada que vez que algún sentimiento se asoma por la puerta, para recordarme que no es nada nuevo. Que ahora, sólo queda aprender de lo vivido, alejarse del descubrimiento, reconocerse a una misma y seguir. Seguir siempre.


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