miércoles, 4 de septiembre de 2013

Diez minutos


Foto: Ramón Suárez
Cuando una deja de escribir se pregunta intermitentemente por qué lo ha hecho. Luego, pasan las semanas, los meses, las estaciones y los años, y el hábito está totalmente olvidado en un cajón. La culpabilidad acapara ahora otros pensamientos, y cuando nace esa idea remota sobre el olvido de una misma, se aparta. En su lugar aparecen horarios, llamadas, recetas, televisión y demás historias ajenas a la propia.

Nos pasamos la vida añorando un hogar propio, luego cuando se tiene nace la soledad, las rutinas y las obligaciones, las compras en el mercado, horas delante de una olla o una sartén. Desaparecen los espacios íntimos, la habitación individual, ese rato de las mañanas después de un examen en el que a una le gustaba mimarse y regalarse horas de películas. Momentos en los que nos permitíamos el lujo de no sentirnos culpables porque nos lo habíamos ganado. Ahora ya una no se gana nada. Todo hay que hacerlo porque es nuestra obligación, no hay recompensas, ni una vocecita dentro de la cabeza que te haga sentirte orgullosa por lo logrado. 

Es curioso, que ahora, cuando disponemos de más tiempo para nosotros mismos, es cuando menos nos lo permitimos. Si no trabajas, tu tarea es encontrar curro, alejarte de los hobbies y del no hacer nada. Si trabajas, tu tarea es trabajar, y cuando llegas a casa ocuparte de todo lo demás, que no es poco. Luego, aparecen los fines de semana, como una isla pequeñiiita donde naufragar de vez en cuando. Donde tomarte esas copas de más, donde intentar desvanecerte durante un par de horas o donde ocuparte de todas esas obligaciones del hogar que no te dieron tiempo durante la semana. Por eso, cada vez se desarrolla más en mi la idea de que crecemos para jodernos a nosotros mismos, para tratar de ocupar nuestros días con quehaceres mundanos y terrenales, sinsentidos que nos mantengan la mente continuamente ocupada. Que no haya ni un ápice, ni un sólo segundo por el que se pueda colar la culpa. La culpa por estar parado, la culpa por no seguir estudiando, la culpa por no haber cocinado hoy, por haber estado al ordenador escribiendo en lugar de haber ido al mercado, la culpa por haber ido al mercado en lugar de haber seguido escribiendo, porque "eso es lo que debería haber continuado haciendo". 

Ahora, una vez perdido el hábito, viendo todo desde la perspectiva de una edad impar, sale todo ésto a relucir en tan sólo diez minutos. Diez minutos de reflexión, de conversaciones con una misma. Diez minutos entre paréntesis para a continuación volver a la cocina, al mercado y a la televisión.


7 comentarios:

Unknown dijo...

El caso es sentirse culpable... Pues no, el caso es hacer las cosas con la sonrisa puesta, con alegría y sabiendo que ahora es eso lo que estás haciendo, y que luego... ¡quién sabe luego lo que harás!

Besillos hada mágica.

Sístole dijo...

A lo mejor lo que hay que hacer es dedicarle un tiempo a la culpa, plantarle cara e invitarla a que se desvanezca. Quizás es verdad que si se lo dedicas a ella dejes de ir a la compra y diversos menesteres, pero a la larga recuperarás ese tiempo perdido y se transformará en ganado. Dificil no? Fácil no es, pero tampoco es fácil cargar con la compra y la culpa a la vez.
Besos desde la isla.

Sístole dijo...

A lo mejor lo que hay que hacer es dedicarle un tiempo a la culpa, plantarle cara e invitarla a que se desvanezca. Quizás es verdad que si se lo dedicas a ella dejes de ir a la compra y diversos menesteres, pero a la larga recuperarás ese tiempo perdido y se transformará en ganado. Dificil no? Fácil no es, pero tampoco es fácil cargar con la compra y la culpa a la vez.
Besos desde la isla.

Abigail LT dijo...

Pues a mí no me gusta esta entrada.
Suena a mujer mayor...
no me gusta, no crezcas lao...
yo trabajo y siempre tengo tiempo para escribir... es cierto que no tengo esa independencia de vivir sola, pero la he vivido y no sé... todo tiene su parte buena y no tan buena, el secreto será repartir el tiempo en sorbitos o en vasos de chupito y no liarse demasiado con nada... anda sigue escribiendo que yo te leo.

Te quiero.

atindaya dijo...

es que la japuta de la culpa es una mala inquilina que le debe explicaciones a todo el mundo menos al que la está alimentando, al que la mantiene le dice que le jodan por eso mismo, porque seguro que por algún motivo, ya sea justificado o no, tú tendrás la puñetera culpa de algo!!! Pero bueno, que tire la primera piedra quien no se sienta culpable en algún momento del día. Lo que ocurre María, es que existimos personas que nos sobrecargamos con la culpa por todo, y a veces hasta con la culpa de todos me atrevería a decir, y ahora nos toca aprender a soltar todo ese cargamento extra.

Un beso ligero como la libertad de ser cuando se quiere y no ser cuando no apetece :)

atindaya dijo...

Puede que esté interesante esta entrevista. Voy a verla ya ;)

http://www.youtube.com/watch?v=kfwyoNx-JiM



Juani dijo...

Y msn mañana esos diez minutos habrán sido el germen del cambio que te pida tu cuerpo. Pero como cada cambio, este resultará incómodo y desagradable al principio. Así que poco antes de terminar por acostumbrarte volverás a intervenir de alguna manera, quizá casual y descuidada que te vuelva a resultar indeseable en ese preciso momento.

Y de vuelta a volver.