martes, 22 de marzo de 2011

Paseando por Dublín

Caminábamos hacia el castillo de Malahide, disfrutando del silencio oprimido de unos pasos que se mueven entre la hierba mojada... cuando ante este espectáculo de colores pedí a mi hermana que me contara su cuento preferido. 

Sin pensarlo dos veces, ni carraspear ni nada, empezó a narrarme una historia que juraría haber presenciado antes, de niña. Sobre el prado que véis en la foto apareció un flautista y caminó junto a mí todo el tiempo, mientras la historia se iba desarrollando. Recordé el "cuenta cuentos" y nos animamos volviendo a imaginar los nombres de los personajillos más pícaros de aquellos relatos...

Mi abuelo grababa en cintas de vídeo todo lo que salía en la tele, para luego, quizá, no volver a verlo nunca más. Acumulaba películas, debates, documentales, y muchos cuentos para nosotros.

Y allí, bajando por aquel verdor infinito de Dublín, volvieron esas tardes de sofá y tele, en que miles de personajes disfrazados nos introducían en la fantasía en estado puro. Aquel tiempo en el que creíamos en las brujas, en hechiceros, en diablillos pícaros y en caballeros. Y vino la magia de nuevo, para acariciar, con la voz de mi hermana, aquel recuerdo escondido hace ya muchos, muchos años...